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16 de Agosto de 2014

La Universidad Nacional de San Martín presentó La República de los Cirujas

Por primera vez mapean el barrio sobre el basural de José L. Suárez

Es un trabajo conjunto de la UNSAM, las cooperativas de recicladores y el colectivo Iconoclasistas. Son 7000 personas que viven en ocho barrios que crecieron en un espacio del CEAMSE desde 1998. El cruce con la academia.

Roly Villani

Por primera vez mapean el barrio sobre el basural de José L. Suárez

Reciclado – Uno de los centros de reciclados de las plantas sociales que manejan las organizaciones de cirujas.

Ninguno de nosotros dice «voy a reciclar». Decimos «voy a cirujear», por eso somos cirujas. Lorena Pastoriza es fundadora del Proyecto Comunitario Ocho de Mayo, la organización que en el año ’98 tomó el basural a cielo abierto más grande de Buenos Aires y construyó un barrio arriba de ese colchón. Como suele suceder con estos territorios, el Estado llega cuando ya está todo hecho, aunque los habitantes de tan original barrio se preocuparan por el criterio urbanístico: «No quisimos estar amontonados, –agrega Lorena–. Fue un trabajo de dos años para evitar que se armaran los pasillos típicos de las tomas y las villas y se respetara el trazado de las calles de los barrios que estaban cerca.» Sin embargo, y pese a estos cuidados, tanto en los mapas oficiales como en el mapa de Google (y en el imaginario de quienes no vivimos en el lugar) esa zona se ve como un agujero negro. Un desierto estaría mejor señalizado, pero para el aparato del CEAMSE está muy claro: se trata del Complejo Ambiental Norte III, en el partido bonaerense de General San Martín, los famosos basurales de José León Suarez que Rodolfo Walsh retrató en Operación Masacre. Pero como ponerles nombre a las cosas es empezar a conocerlas, la Universidad Nacional de San Martin, (UNSAM) presentó días atrás La República de los Cirujas, un mapa del barrio en el que trabajó durante un año junto a las organizaciones sociales, las cooperativas de recicladores (cirujas, claro) y el colectivo Iconoclasistas, especializado en mapeos colectivos. (El mapa que muestra todo el territorio puede ser consultado en http://www.iconoclasistas.net). «Fuimos aprendiendo muchísimo sobre el tema de la basura en el trayecto del trabajo, era algo que nos interesaba y nos gustó que nos convocara la universidad, es un espacio cómodo para trabajar, no nos llamaban para un mapeo de un producto de mercado o alguna cosa que no nos interesa, estuvo buenísimo generar este material popular de difusión»; dice Pablo Ares, uno de los integrantes de Iconoclasistas. Este mapa que permite visibilizar las vidas de unas 7000 personas es, en realidad, un nuevo escalón de un trabajo de muchos años que viene realizando la UNSAM en esos ocho barrios montados sobre el basural. La Escuela de Política y Gobierno, a cargo de Ricardo Gutiérrez, trabaja con la temática de los rellenos, Silvia Grinberg desarrolla teoría y práctica en la cuestión de las escuelas de los hijos de los cirujas y Gustavo Curutchet se dedica a investigar en la zona la cuestión de la contaminación ambiental. Y está, además, todo el desarrollo en el CUSAM, el Centro Universitario para los pibes encerrados en el del Penal de San Martín. En la articulación de los dos mundos trabaja Ernesto Paret, más conocido por todos como Lalo, quien por varios años fue cartonero y transitó muchas construcciones colectivas. Lalo trabaja hace tres años en UNSAM, en la coordinación del trabajo territorial. «El desafío de juntar las dos partes, la académica y el saber barrial, es posible por la voluntad manifiesta de la universidad, hacer que esas dos orillas del saber confluyan, porque si la universidad no transforma, no sirve para nada», dice Lalo, y agrega que el próximo paso es lograr que las empresas metalúrgicas recuperadas armen la infraestructura que necesita la planta de recicladores para clasificar la basura. Para eso se trabaja junto al INTI y algunas dependencias oficiales. «Lo más interesante de ese proyecto no es el trabajo en sí, sino el vínculo, el encuentro que propiciamos entre el tipo que históricamente laburó con el tipo que es tercera generación en una familia que no tiene trabajo.» La separación de la basura se convirtió, así en un negocio que «cierra» por todos lados. A los cirujas les reporta un ingreso por la venta de los materiales reutilizables y al Estado le sirve que la empresa contratada para enterrar basura tenga menos trabajo. La gestión popular del emprendimiento, con sus imperfecciones y precariedades, sostiene nueve plantas sociales de reciclado y diversos proyectos comunitarios en estos barrios. Todo este conocimiento acumulado y la voluntad de seguir construyéndolo articulando un marco de intervención de políticas públicas se puso en movimiento en el Seminario «(el) Derecho a la basura», que se dictará en la UNSAM. «La cuestión del territorio se puede pensar como una realidad de muchas capas: ambientales, conflicto social, la basura como negocio, el planteo de los actores como cirujas, el tipo de valor social que producen y la importancia de construir una agenda pública, donde la universidad tiene una experiencia y un compromiso», dice Verónica Gago, del Programa Lectura Mundi de la universidad, organizador del evento. El seminario tiene puntaje para los alumnos de la UNSAM y está abierto para personas de otras instituciones (académicas o no). El próximo encuentro de este seminario es el miércoles 27 de agosto y se abordará el eje Territorio/Ambiente/Urbanismo. « por el reconocimiento Pese a que ellos no se autodenominan recicladores, el trabajo que realizan tiene un altísimo valor. La sociedad en que vivimos, que aceleró el consumo con la prosperidad económica, no quiere saber nada de su basura. No quiere ni enterarse qué pasa con la bolsita que saca a la calle. Pero paga con sus impuestos y con su plusvalía el costosísimo entierro de las toneladas de basura que llegan a «la quema». El cirujeo disminuye la cantidad y el peso de desperdicios que deben enterrarse, aportando un valor económico a la comunidad, además del agregado ambiental del reciclado. Con picos y palas, son trabajadores los que rompen los bloques para que la basura caiga en una cinta transportadora en la que otros trabajadores apartan lo que ya aprendieron que vale la pena separar: envases PET, metales, tetrabicks. Se organizan en cooperativas y cobran alrededor de mil pesos por quincena, producto de la venta de lo reciclado. Se inventaron un trabajo de la basura, pero demandan que el Estado les pague un complemento de esa actividad. El reclamo todavía no alcanzó estado de debate público. Habrá que ver qué opina del pago a los recicladores esta sociedad que se resiste a separar la basura en origen. una cultura expresada en íconos Iconoclasistas es un dúo de artistas militantes que desde el año 2006 combina el arte gráfico, los talleres creativos y la investigación colectiva para producir materiales que potencian la comunicación, tejen redes de solidaridad e impulsan prácticas colaborativas de resistencia y transformación. En el mapa que diseñaron junto a la UNSAM y las organizaciones del barrio, se pone en íconos e imágenes una problemática habitualmente silenciada. Por ejemplo, el gráfico señala los distintos aspectos del proceso de reciclaje y cómo ese circuito va marcando los recorridos del barrio. Una de las leyendas señala el lugar en que se encuentra la «Entrada a la montaña» (de basura, claro). Otros íconos señalan los lugares de encuentro, las cooperativas, los distintos grados de contaminación o los materiales que se pueden recuperar. Toda una cultura del cirujeo expresada en gráficos que, además, señalan los accesos, los límites de los distintos barrios y las notables ausencias de los organismos del Estado. Allí donde no había más que un agujero en la conciencia de la sociedad, el mapa señala y resalta los vacíos y rellenos. el asesinato que parió las plantas El 15 de marzo de 2004 Diego Duarte, de 15 años, había ido al basural junto con su hermano mellizo Federico en un horario inusual, pasada la medianoche. Habían llegado al barrio desde Formosa y vivían en la casa de su hermana mayor, Alicia. Los dos policías de turno en el basural, Hugo Campesi y Gustavo Alcaraz, los vieron y, como solían hacer, los persiguieron. De la maldad de los vigilantes se contaban muchas historias en el barrio, por lo que los hermanos salieron corriendo. Diego se escondió debajo de unas bolsas y eso fue lo último que se supo de él. Pero su hermano escuchó cómo uno de los dos agentes instruía a un camionero para que descargara los residuos donde estaba Diego. En estos diez años, la causa judicial avanzó muy poco pero la desaparición de Diego fue un punto de inflexión en el enfrentamiento entre las autoridades del Ceamse (que ocultaron el accionar de la policía) y la gente de los barrios. Para descomprimir la indignación por la muerte del chico, se crearon las plantas sociales para la recuperación de residuos, algo a lo que, en principio, el Ceamse se resistía porque, «no es negocio» que les reduzcan el volumen de lo que tienen que sepultar, porque cobran por tonelada. Alicia se cargó buena parte de la lucha por el esclarecimiento del asesinato de su hermano y llevó adelante la construcción del Centro Cultural Diego Duarte y la Asociación Civil del mismo nombre en el barrio Costa Esperanza. El Centro de Antropología Forense de La Plata está realizando estudios genéticos con muestras de sangre extraídas al padre del chico, que vive en Formosa.